23 abr 2014

La Venus de las pieles, Leopold von Sacher-Masoch,

Hoy es sabido que la peculiar relación amorosa de Sacher-Masoch con Fanny von Pistor fue la que le inspiró La Venus de las pieles. En uno de losApéndices a esta edición íntegra, en la siempre inspirada traducción de Andrés Sánchez Pascual, destinada a ser ya tan clásica como la propia novela, el lector podrá encontrar, como testimonio de ello, el contrato por el cual «el señor Leopold von Sacher-Masoch se compromete a ser el esclavo de la señorita Von Pistor y de satisfacerla en todos sus deseos por un período de seis meses» y que entró en vigor en diciembre de 1869…
     Más tarde, firmó también otro acuerdo semejante con Aurora Rümelin, quien en 1873 se convirtió en su mujer y, con el seudónimo de Wanda, escribió años después unas memorias que dan cuenta de la extraña relación que la unió a su marido hasta su separación en 1886 y de las que, en los Apéndices, reproducimos el fragmento que los relaciona a los dos con Ludwig II de Baviera.
     El lector podrá encontrar en La Venus de las pieles, convertida hoy en obra de referencia obligada para quien quiera ahondar en los abismos de la sensualidad humana, toda la constelación de símbolos que han pasado a definir el llamado «síndrome» masoquista : fetiches, látigos, disfraces, tejidos y texturas especiales, humillaciones, castigos y, por supuesto, la inmutable presencia de una terrible e implacable frialdad.

Según el filósofo francés Gilles Deleuze, que dedicó un largo estudio aSacher-Masoch, y concretamente a La Venus de las pieles, «la obra deMasoch concentra todas las fuerzas del Romanticismo alemán. En mi opinión, ningún otro escritor empleó con tanto talento los recursos de la fantasía y del suspense. Tiene una manera muy particular de “desexualizar” el amor pero, a la vez, de sexualizar por entero toda la historia de la humanidad».
Edita Tusquets

RELATO.- Desnuda con un cuervo, de Miguel Angel de Rus

Me hizo posar desnuda, con un cuervo sobre uno de mis hombros. Hacía frío en su estudio y sentí mis senos duros y mis pezones erectos, la piel erizada. Me puso un collar de perlas al cuello. Quedó satisfecho de cómo estaba todo. Se alejó con paso indeciso hacia su cámara, se giró, se colocó tras el objetivo y me pidió con voz trémula que cerrara los ojos.
            Entre los disparos de su cámara fotográfica sentí sus jadeos. Sabía que estaba excitado y eso me hacía sentir poderosa. Sin moverme, sin hacer nada, sólo con mi belleza, él era un hombre convulso, un esclavo. Entreabrí los ojos y contemplé el efecto que hacía en mis pezones el bálsamo que me había frotado. ¡Creí que iban a reventar! En cierta forma, yo también estaba excitada.
            En ese momento escuché un golpe fuerte, pastoso, como de un saco de grasa, y un ruido metálico. Algunos papeles cayeron revoloteando lentos de la mesa que tenía a su lado. El cuervo aleteó asustado, saltó lejos de mí. Contemplé sobresaltada; aquel tipo estaba en el suelo, sin duda exánime.
            Me acerqué a él. Había dejado de respirar. Tenía que actuar rápido. Extraje la cartera de su pantalón y saqué el dinero que me debía por mi trabajo de modelo. Era el segundo fotógrafo que se moría en lo que iba de año. Me repugna el modo en que son incapaces de controlar sus instintos.
            –Todos los hombres son unos simples mamíferos. –Dije despectiva. Me puse mi vestido de tirantes y salí dejando la puerta abierta. El aire tibio de la calle era agradable. Quizá debiera cambiar de profesión.
Más relatos de Miguel Angel de Rus en http://www.miguelangelderus.com / 

RELATO.- Relato erótico-literario para perversos, de Nelson Verástegui

«¿Qué irá a pensar la gente? ¡Pues que somos adultos y no nos falta la imaginación!», se contestó a ella misma. Iban a ponerse manos a la obra. Las de ella sobe el teclado del PC, las de él acariciándola por todas partes. Desnudos. Sentada en la posición del loto sobre su amante escritor que le dictaba lo que se le iba ocurriendo. «Sesenta y nueve», dijo en la oscuridad. Por fortuna el teclado tenía luz que permitía ver las letras. La pantalla los bañaba de azul muy tenue. «Es incómodo escribir así», murmuró. «No brinques que me haces cometer faltas de ortografía y no nos aceptarán el cuento», gruñó. La silla chirriaba y se tambaleaba peligrosamente, la mesa crujía con buen ritmo, los papeles y libros oscilaban, los diccionarios cambiaban de páginas saltando de coño a verga, de vagina a orgasmo, de fetichismo a voyerismo, de pecado a moral. «Vamos por ciento treinta y cuatro caracteres y no toma forma», jadeaba. Por momentos paraba de escribir para buscar un sinónimo, una mejor rima o acariciar las nalgas de su amante inspirador. «Retente y espérame, amor. No vayas tan rápido. Con calma, mi vida», decía con sus dedos ágiles golpeando las teclas, sintiendo las manos de su macho acariciar sus pezones o apretar sus labios. «Vamos en doscientos caracteres y ya no me aguanto más. Es una tarea imposible. Cambiemos de posición antes de que nos caigamos al piso», ordenó. Ahora empujando el PC al centro de la mesa, arrodillándose en la silla y levantando las nalgas, pidió que le besara profundamente el sexo. «Así estoy más incómodo que antes y no podré aguantarme más, pero lo intentaré», rezongó buscando con la lengua la oscuridad húmeda y profunda. En esas sintió una fuerte palmada en una nalga. «¿Qué pasa? No te excedas que no nos aceptan el texto por pasarnos a lo sado-masoquista», refunfuñó. «Era un zancudo, que no sé cómo pude ver en tanta oscuridad, pero ya está muerto. Que no nos acusen de zoofilia. El jefe lo que quiere son textos eróticos. Nada de porno ni de parodias cómicas. Me lo dijo en un mensaje privado», replicó. «Tendremos suerte si alguien se excita leyendo esto. Si al menos ha llegado a esta línea antes de abandonarnos por nuestras proezas de contorsionistas chinos. Ya parecemos más una estatua del Kama Sutra que a escritores eróticos serios», empujando su cuerpo sobre la boca de su amante silenciado. «Me están dando cosquillas con tanto pinchar en me gusta de estos fisgones. ¡Carajo! ¡Miguel Ángel, Guillermo, Félix, Elena, Sergio, Diana, Andrés, Helga, Harold, Melanie! No sean fisgones. Así es más difícil», balbució el macho jadeante. «Vamos por cuatrocientos cincuenta y dos y Elena ya casi va a llegar a novecientos», sorprendida. «Elena nos va a ganar. Seguro que llega al orgasmo antes. No hay duda. Menos mal que Diana María necesita más tiempo. ¡Je, je!», cansado. Un vecino insomne golpeó con el palo de una escoba desde un apartamento vecino pues los gemidos y alaridos de la pareja en acción lo desconcentraban. Era igual cada ocho días, justo cuando él tenía que escribir una novela de terror. «Cambiemos de posición. Estoy cansada. Ahora escribes tú mientras yo te chupo lo que sabemos. Olvídate del vecino inoportuno», bajándose de la mesa para dejarle el puesto a su compañero sentimental. «Suavemente, amor, para que alcancemos al límite convenido en el éxtasis de la pasión compartida. Suavemente. Sin mordisquear. Con la lengua húmeda solita. Así, Así», mientras escribía sin parar echándole un ojo a lo que los otros habían publicado. Era difícil concentrarse a escribir de lo experta que era la boca lúbrica de su compañera. «Ojalá nos dieran un premio por estos esfuerzos sobrehumanos. Espero que no nos borren estos comentarios por inmorales según el código de hipocresía del FB», tratando de concentrarse en sus escritos y buscando inspiración. «No puedo más. Deja de escribir y ven a concluir sobre mi cuerpo. Ven a derramar dentro de mí tu sabia imaginación en la savia de tu semen», emocionada. «Aguanta y aguanta. Falta poco. No terminemos esta experiencia precozmente. Pasaremos a la historia aunque la NSA nos espíe y borre esta prueba de fuego», agarrando a su pareja para traerla a sentarse de nuevo sobre él pero esta vez frente a frente. «Quédate quietica sintiéndome por dentro que ya estamos a menos de doscientos cincuenta caracteres del final», apartando la cabellera rubia de su diva para ver el teclado y la pantalla sobre su hombro. Los libros y diccionarios dejaron de balancearse. Ya no saltaban las páginas de clítoris a polla, del clic a tic, del timbo al tambo. La luz de la batería del PC empezó a parpadear pidiendo corriente. Se preguntaba dónde estaría el cable para enchufarla de una vez. El parpadeo se hacía más insistente. «¿Qué pasa? Escribe y escribe», emocionada. «Enchufa el cable antes de que se nos borre este texto, ¡joder! Está debajo de la mesa», insistente. «Ya está. Ahora me siento sobre ti pero mirando la pantalla para ver cómo llegamos al final. Falta poco. Estoy transpirando», entusiasmada. El macho empezó a moverse de nuevo rítmicamente, el vecino reanudó sus golpes con la escoba, los chirridos de la silla y mesa se hacían más estridentes, sus cuerpos húmedos y jadeantes subían de temperatura. «Así, así. Ya llegamos al tiempo, guarrito mío», gimiendo al unísono desgonzándose y cayendo al piso. «¡Coño! Leí mal. Eran caracteres, no palabras», desilusionado.

RELATO.- La vecina, de Andrés Fornells

Chema vivía una furibunda adolescencia de poluciones nocturnas, tiendas de campaña al despertar y furibundos desahogos manuales que lo dejaban amansado, pero con insaciables ganas de más. Realizando uno de estos entusiastas desahogos, en la ducha, lo encontró Carmen, una vecina tan hermosa que la deseaban y soñaban locuras sexuales con ella todos los hombres del barrio incluido su marido. Cuando la vio, apurado, Chema dijo inmovilizando su activa mano:
     —¡Huy…! Mi madre se ha ido al mercado.
     —Lo sé, pequeño semental. Por eso entré aprovechando que tu madre nunca cierra la puerta de la calle. Venga, quita esa mano pecadora de donde la tienes y vamos a tu dor-mitorio para que te enseñe los secretos de la vida.
     La vecina Carmen dio y se procuró tal banquete de placer que en adelante ella le puso abusivamente los cuernos a su marido y Chema jamás tuvo necesidad de aliviarse ma-nualmente.
      Leer más HISTORIAS CON EROTISMO www.andresfornells.com

RELATO.- El Escote, Harol Gastelú

Me paré al lado suyo. Llevaba una blusa de pronunciado escote. Miré de reojo sus senos redondos, generosos, perfectos que se movían como barcas en un mar agitado al vaivén del vehículo. La areola de sus pezones se escapaba de la frontera de su pequeño sostén negro que dejaba poco a mi imaginación. Sentí despertar mi virilidad. Sus hombros también lo sintieron.
 Levantó el rostro de ángel.

Ahorita me arma un escándalo, pensé, aterrado, pero no, solo esbozó una maléfica sonrisa y apartó el mechón de cabellos que se derramaba sobre su escote para mejorar mi visión mientras yo proseguía con mi afán imaginando que le hacía un ruso, sintiendo la piel tersa y suave de sus senos aprisionando mi virilidad. 
Terminé.

RELATO.- ¿Se puede?, de Diana María Ionita

-¿Se puede? - pregunto sonriendo desde el marco de la puerta del despacho
            La puerta abierta y ventana en igual situación hicieron de los papeles de mi mesa una perfecta alfombra de hojas otoñales sobre el parqué. Unas minúsculas partículas de polvo explotaron brillantes en la lechosa luz del atardecer, quedándose en suspensión.
Seguro que la culpable de todo fue esa luz que volvió opacos los cristales de las ventanas, haciéndome olvidar del trabajo.
            Me bajé la cremallera del vestido, dejándolo caer al suelo, con un ruido sordo, como si fuera las cortinas de un teatro, al concluir la función. Descendió por el cuello y chupo con fuerza. Me beso los hombros, descubriendo trozos de piel que se me había olvidado que existían. Con esa boca caliente y húmeda, se apodero de mi pecho y me hizo gritar. Su respiración se fundió con la mía, y en mi interior, esa mezcla de placer y de dolor despertaron satisfacciones de néctar que creía cristalizadas.
            Me tumbó sobre el lecho de folios, y no pude dejar de tocar su cuerpo mientras él se perdía dentro de mí acariciándome la playa de mis adentros.
            -Venía a decirte que ha llamado tu madre. Hay cena en casa de tus padres, cariño.

RELATO.- Sexo gratuito, de Félix Díaz

El anuncio del periódico ponía:

“Sexo gratuito. Chicas y chicos no profesionales”

También aparecía un número de teléfono.

Manolo llamó y le contestó una voz femenina, susurrante y acariciadora:

–Hola, ¿qué deseas?

–Llamaba por lo del anuncio...

–¡Estupendo! ¿Quieres consultar algo, o te doy una cita?

–Bueno, yo... ¿Es cierto que es gratis? ¿No hay algún truco?

–¡Puedes estar seguro, guapo! ¿Por qué no vienes y lo pruebas? ¿Cómo quieres que te llame?

–Puedes llamarme Pepe...

–Bien, Pepe, ¿puedes venir mañana a las once y cuarto? Te explicaré donde estamos. Necesitas un código, apúntalo. ¿Tienes papel y lápiz?

–Sí, aquí lo tengo. Pero, ¡es que yo...!

–No seas tímido, hombre… Sólo vienes y te das un paseo… Tu código es el 265-457, de forma que eres Pepe 265-457. ¿Tienes coche, Pepe?

–Sí, lo tengo.

– Pues verás, sales por la carretera vieja, y...

Al día siguiente, Manolo fue con su coche a la dirección que le habían indicado. No estaba muy seguro de lo que buscaba, porque en realidad sólo pretendía saber de qué iba la cosa, curiosidad, morbo... Si no le interesaba, se iba y punto.

Las señas correspondían a una casa terrera pequeña, junto a una gran fábrica de productos para perros y gatos, “Triskings”; la conocida marca cuyos productos, al parecer, se fabricaban allí al lado.

–¡Qué curioso!– exclamó Manolo.

No había aparcamiento, así que paró un momento frente a la casa y dejó el coche abierto, pero quitó la llave del contacto.

Nada más cruzar la puerta, vio a una preciosa rubia de pecho generoso y muy escotada. Estaba sentada junto a una mesa con un ordenador y un teléfono.

–Hola, soy Pepe 265-457, y tengo una cita para ahora mismo. No he podido aparcar, si esperan unos minutos a ver si localizo algún sitio...

–¡No hay problema, guapo, déjame la llave! ¡Nosotros nos haremos cargo!

Era la misma chica que le había atendido por teléfono.

Manolo le dejó las llaves, y ella se las entregó a un joven que salió por la puerta. La rubia miró a Manolo.

–Bien, veamos, Pepe. ¿cuáles son tus preferencias? Aquí tienes la pantalla, tú elige...

En el ordenador aparecían varias chicas y chicos. Manolo hizo su elección y al poco tiempo apareció la chica elegida, una morena pequeña de labios apetitosos y mirada pícara, que lo condujo por un pasillo totalmente vacío. Llegaron a una habitación y entraron.

–Ponte cómodo, Pepe. ¿Quieres que te la chupe, verdad? ¿No te apetece que te haga nada más?

–Sí, sólo eso...

–¿Prefieres que me quite la ropa o me quedo así?

En ese momento se fijó bajo la finísima bata blanca de seda en el sostén negro, transparente, y en los dos grandes pezones que apenas quedaban tapados. Y la braguitas… mínimas, haciendo conjunto, más provocativas incluso que si ella hubiera estado desnuda.

–¡Hum! ¿Puedes quedarte sólo con la ropa interior?

–Ah, tú eres un fetichista. No hay problema.

La chica se quitó parte de la ropa, se arrodilló y se puso manos a la obra.

Manolo se sentía en el séptimo cielo ¡Nunca le habían hecho una felación como aquella! Si al final era cierto que era gratis, se trataba de algo digno de repetir...

Estaba a punto de correrse... Cerró los ojos.

Al fin, explotó en el interior de la boca de aquella chica. Se sentía débil como nunca, tan relajado estaba.

Algo le hizo abrir los ojos...

¡Ella aferraba un enorme cuchillo de carnicero! ¡Y él no podía hacer nada por evitarlo!

Demasiado tarde, Manolo comprendió por qué estaba aquella fábrica de alimentos para perros y gatos junto a la casita. Ahora sabía dónde conseguían la materia prima...


RELATO.- Un leve gemido, de Melani Taylor Herrera

Dejo escapar un leve gemido. 
Tengo miedo de no poder controlarme, el placer me invade en oleadas cada vez más fuertes. Me muerdo el labio inferior. Hay poca gente en el cine ya que es lunes en la tarde. G esperó a que la peli arrancara y se puso en cuclillas frente a mí. Me bajó las bragas y me separó lentamente las piernas. Sus manazas se sienten calientes al igual que su lengua incansable que moja lo ya mojado, excita lo que está a punto de reventar y su melena rubia sube y baja, baja y sube causándome un cosquilleo que choca con las ganas de venirme ya. Me vengo, es imparable, enorme, caliente, brillante, fe-no-me-nal, un orgasmo de puta madre, el grito coge fuerzas desde el fondo de mi vientre y sale a decibelio puro como una bala auditiva que desgarra el silencio cinematográfico que nos envuelve. Los pocos asistentes giran sus cabezas desconcertados. Entra corriendo uno de los chicos del cine linterna en mano. G se sienta a mi lado como si nada, se acomoda la melena hacia atrás mientras termina de sorber en sus labios mi desvergüenza hecha jugo. 
¿Pasa algo? , dice el chico alumbrándonos. Nada, contesta G. El chico sigue alumbrando. Es entonces cuando me bajo la falda.

La rendición, de Tony Bentley

Pocas mujeres lo practican, y muchas menos lo admitirán. Sin embargo, en las atrevidas memorias íntimas de la bailarina neoyorkina Toni Bentley, tituladas La rendición, la autora levanta el velo sobre una práctica sexual prohibida por la Biblia y celebra «el goce que se halla más allá de las convenciones, con sus riesgos y sus pasiones».

Nos referimos –claro está- a la sodomía, a la penetración anal, un acto que «no es tabú... pero sí lo es», afirma Bentley. 
Pero esta mujer de hoy, moderna, que vive como muchas otras mujeres de nuestros días, no teme contar abiertamente su «rendición», tras ser iniciada por un amante en este placer radical e inesperado, para abordar todos los aspectos de ese acto «sagrado» en el que ella se siente renacer. No sólo se  puede recibir placer vaginal, el placer anal existe, y hay mujeres que disfrutan al encontrarlo. Y hombres al darlo.
Edita Tusquets

Decir deseo, de Pedro Antonio Curto, novela ganadora del Premio Incontinentes de Novela Erótica

Decir deseo, el texto de Pedro Antonio Curto ganador del III Premio Incontinentes de Novela Erótica, es una obra cargada de erotismo pero, sobre todo un tratado sobre la mirada. Esta novela, hija de Bataille, de Schnitzler y de Junichiro Tanizaki, es un excelente tratado del alma humana. Como afirma Antonio Gómez Rufo en el prólogo, es mucho más que vouyerismo: «si algo puede afrimarse de Decir deseo es que estamos ante verdadera literatura, ante una novela que, de clasificarse en un género concreto, estaríamos minusvalorándola».
Cuando dos perdedores se encuentran y practican sexo como un alarido final, como si no hubiera un mañana, como la estación-destino, en esas horas de pasión y melancolía surgen toda clase de sensaciones físicas y psicológicas. Un minero desahuciado y una joven prostituta extranjera hacen un acto de amor en un lugar abandonado y los vemos y comprendemos a través de los ojos de un voyeur. De esa conjunción florecen unas horas de amor que valen por una vida entera. Es la confrontación entre Tanatos y Eros, la narración es erótica y conmovedora. Así es la novela de Curto y así es como su lectura desencadena un universo de placeres.
Asegura Gómez Rufo sobre esta obra que «es difícil encontrar una historia igual en la literatura actual». Y es verdad.

 Pedro Antonio Curto (Zumaia), vive desde muy pronto en Gijón. Ha publicado en Ediciones Irreverentes la novela Los amantes del hotel Tirana, ganadora del IV Premio Ciudad Ducal de Loeches, y Los viajes de Eros y El tango de la ciudad herida. Figura en las antologías El sabor de tu piel, Hiroshima, Truman, Eros de Europa y América, 13 para el 21 y recientemente en la antología de M.A.R. Editor, Praga, de la que además es prologuista. Ganador de diversos premios literarios, entre ellos el Premio Internacional de Periodismo Miguel Hernández. Es un prestigioso articulista de prensa.
Es un prestigioso articulista de prensa. 


Puedes leer el prólogo de Antonio Gómez Rufo y las primeras páginas de esta fascinante novela erótica en http://www.noticiasirreverentes.com/inicio_libros/decirDeseoCURTO.pdf  

Las fantasías de Sensueye, de Helen Campbell

Relatos explícitos de experiencias y fantasías sensuales de Sensueye, guiados únicamente por el deseo y el desenfreno.
     Sensueye es una mujer distinta que lucha por la libertad de expresión sexual, rompiendo la moralidad de nuestra sociedad. Para ello recorre un camino ávido de necesidades sexuales que se van cubriendo en cada una de los pasajes de la obra. Redactada en primera persona, en presente y de forma contundente esta obra nos presenta diferentes momentos íntimos de la vida de una mujer de 32 años, independiente y segura de si misma, que descubre que dentro de ella existe una mujer provocativa y ardiente, la cual busca sexo sin ataduras, para poder ser realmente quien quiere ser.
      Sexo en un viaje en avión, sexo casual, mujeres que mantienen relaciones sexuales esporádicas, pero que pretenden ser tratadas como princesas. Sexo escrito por una mujer, para mujeres. Helen Campbell es el pseudónimo de una comunicadora y escritora española.
    Lectura fácil y amena, creada especialmente, para ser leída por mujeres con fantasías sexuales, deseosas de convertirlas en realidad.
    Editado por Tombooktu.

Los placeres de la hija del embajador, una precoz iniciación sexual a cargo de Andrés Fornells

En "Los placeres de la hija del embajador" nos encontramos con Nanami (nombre cuyo significado es belleza), la adolescente hija de un embajador recién destinado a un feraz y cálido país Hispanoamericano. Ha crecido en un hogar muy estricto y religioso por lo que en materia sexual su inocencia es inmensa. Pero ni el severo control de sus padres logrará evitar que una condiscípula primero, y después un entorno lleno de vicios, la despierten a los placeres carnales. El autor ha expuesto con placentero detalle las prácticas eróticas que llevará a cabo la recién despierta adolescente. Compañeras de clase, chicos inocentes, hombres cercanos a su familia e incluso un torero se disputarán los placeres de una muchacha que encontramos en el momento en que se abre a los goces adultos, incluso los más pecaminosos. El autor ha buscado una descarnada franqueza, en un mundo idílico en el que todo goce es bienvenido. Los placeres de la hija del embajador es una obra que pone al descubierto la hipocresía de una sociedad que presume de abierta, tolerante y vanguardista y que sólo acepta los propios desvaríos, no los de los demás.


Andrés Fornells vive en la Costa del Sol. Ha publicado numerosos relatos cortos en EEUU y en España. Su última novela publicada es La muerte tenía figura de mujer hermosa, con la que repitió el éxito tenido con Jazmín significa amor voluptuoso, ambas en Ediciones Irreverentes. Anteriormente publicó las novelas El seductor y la rica heredera, A la busca de la magia perdida, Never love a foreigner, La magia del amamaya y La seductora modelo de Cibeles. Ha aparecido en diversas antologías de narrativa, entre las que destacan Sexto Continente, Antología del Relato Negro I, Antología del relato negro II, Antología del relato negro III, Microantología del microrrelato, Microantología del microrrelato II, El sabor de tu piel, Las estratagemas del amor, Yo también escuchaba el parte de RNE, y en Hiroshima, Truman. Ha colaborado en el periódico literario Irreverentes. Es el ganador del II Premio Incontinentes de Novela con Los placeres de la hija del embajador.
Más información  http://www.edicionesirreverentes.com/incontinentes/hijaEmbajor.html   

Hacer el amor, de Jean-Philippe Toussaint

Hacer el amor es la historia de una ruptura amorosa.
Los protagonistas, una pareja que asiste confundida a la desintegración de su relación y hace el amor por última vez (¿cuántas veces será la última vez?) como si fueran unos completos desconocidos.
La ciudad de Tokio es el escenario, casi irreal, del final de su amor. Habitaciones de hotel, neones, calles nevadas, seísmos de baja intensidad, trenes y una misteriosa botella de ácido clorhídrico que acompaña al protagonista en su camino hacia el final, el desamor.

«Toussaint ha reunido todos sus dones. Una obra arte que debería asegurar su fama.» Le Monde

«Una joya de una sencillez melancólica.» Les Inrockuptibles

«Una novela ultramoderna y cruda sobre la desintegración de una pareja.» Télérama
Editada por Siberia

Eros de Europa y América, los mejores relatos eróticos en un fantástico volumen de Ediciones Irreverentes

El erotismo comenzó siendo la unión del amor apasionado con el deseo sensual. Poco a poco la literatura erótica se fue cargando de deseo y desapareciendo el amor, y en una época como la actual, en la que cualquier exceso o perversión se puede llevar a cabo dentro de los límites de la ley, y en la que el placer es el único fin, el erotismo necesita reinventarse porque las excitantes historias de otros tiempo parecen demasiado edulcoradas. En "Eros de Europa y América" se muestran diferentes formas de lograr la excitación y el placer, tanto literario como sexual; en algunas ocasiones la mayor excitación se produce en la propia mente, jugando con las fantasías, tabúes y prohibiciones que han dado forma a nuestro imaginario erótico. También hay apuestas por el sadismo, el masoquismo y la excitación de la sangre. Y, cómo no, se trata de la excitación sexual de las playas, modernos lupanares, renacidos templos y santuarios dedicados al dios Eros en los que quienes hacen el culto no son sacerdotes, sino las masas de muchachos llegados de todos los puntos del mundo deseando entregar su cuerpo lo más rápido posible y el mayor número de veces. Las ofrendas ya no se colocan, como antaño, a los pies de las estatuas, sino dentro del organismo de lasbellas.
     La mujer toma especial protagonismo en estos relatos: la chica del salón de masaje, la que se retuerce de placer con dos hermanos, la sádica, la masoquista, la mujer adulta que seduce al muchacho recién salido del colegio, o la compañera de trabajo recatada que se vuelve una ninfómana insaciable en privado. Y hay transgresión e incorrección, claro que sí, como lo demuestra la seducción de las vírgenes de Alá a un musulmán entre la vida o la muerte.
     El lector encontrará en "Eros de Europa y América", Editado por Ediciones irreverentes, autores tan conocidos como Cavafis, José Luis Alonso de Santos o Antonio Gómez Rufo, junto a jóvenes autores que forman la vanguardia literaria. Grandes escritores de España, Grecia, Argentina, Venezuela, Perú y Cuba se ha unido para dar sus visiones de un fenómeno eterno.


ÍNDICE
Desde una pared. Antonio Gómez Rufo
El columpio. Caro Verbo
Eyaculatio tarda. El Vizconde de Saint-Luc
Fecundación natural. Félix Díaz
Visita imprevista. Omar Martínez
El trío. Liliana Savoia
7 de marzo de 2010, 4:30 PM. Luciano Doti
Joselín, la señora Araceli y el masaje tailandés. Andrés Fornells
Abrótano macho. Álvaro Díaz Escobedo
67 Secretos eróticos. José Luis Alonso de Santos
¿Rojo o Negro? La Vizcondesa de Saint-Luc
Puesta en común. Elena Marqués Núñez
Lucía. Rafael Bailón Ruiz
Allegro. Juan Pardo Vidal
El amor del hombre del paraguas. Pedro Antonio Curto
Menos gayolas y más... Andrés Vázquez Pérez
Placer para tres. Eva María Cabellos
Destino. Fernando Morote
Setenta y dos esposas. Miguel Ángel de Rus
No te desnudes todavía. Carlos Ortiz de Zárate
La mesa de al lado. Constantino Cavafis
Más información en http://www.edicionesirreverentes.com/incontinentes/EROS.html 

Elogio del fetichismo, de Pierre Bourgueade

Elogio del fetichismo es una celebración del erotismo en todas sus posibles e infinitas formas. 
El escritor francés Pierre Bourgeade, siempre interesante, observador fetichista y de mirada rigurosa y casi clínica, nos lleva en un recorrido literario, desprovisto de juicios morales, a través de las múltiples piezas que componen el rompecabezas del deseo. Amar la parte por el todo. El lector se convierte en voyeur involuntario de relatos, confesiones, poemas y una singular antología de textos de autores como Sade, Rimbaud o Montaigne.
     «En la tradición de los grandes autores franceses del erotismo, Sade, Bataille… Pierre Bourgeade ha sabido tejer, como pocos saben hacerlo ya, el deber absoluto del escritor de contarlo todo y la exigencia implacable del estilo.» Catherine Millet
     El prólogo corre a cargo de Vicente Molina Foix.
     «Bourgeade escribe como respira (…) Un gran escritor.» Frédéric Beigbeder
    «Escritura rigurosa y eficaz para gloria del ser humano, solitario pero implicado en los grandes tormentos del planeta, siempre único y totalmente carnal.» Hugo Marsan, Le Monde.
Publica Editorial, Siberia