Ella
siente que ya se ha
despedido con gusto. La noche anterior, a horcajadas sobre él, lo llevó cuesta
arriba a exclamaciones tan placenteras que seguramente los vecinos se enteraron
de sus actividades amatorias. Vestida en un indiscreto bodyde casi inexistente encaje
negro fue una buena vaquera con su portentoso trasero al aire como le gusta a
él. Especialmente con un espejo puesto detrás para que desde su posición
acostada él pueda deleitarse verla subir y bajar mientras se eriza de forma
explosiva por dentro... Y ahora le pide que se ponga de rodillas.
Ella no quiere esa sensación húmeda y está cansada.
–Vamos , cariño, es lo último que
te pido antes de irme de viaje. –le suplica él.
Ella accede y lentamente va
bajando hasta que sus ojos quedan a la altura de la cremallera del pantalón de
su amante. Sus nalgas siente el frío del yeso húmedo. Su hombre es escultor y desea
hacer un molde de esas nalgas que él ha decidido son perfectas. ¡Qué capricho!